AMANECER EN EL PUERTO

IR A CONQUISTAR EL DESTINO

Ir,
recostada en el hombro de los vientos
como la hoja patinada de otoño
o el vilano enloquecido de estío.

Ir,
más allá del arco de todos los horizontes,
donde la luna es la lámpara de un techo inmóvil
y la eternidad el musgo de la gruta
donde el misterio y la maravilla
mueven los husos del destino.

Ir,
y apoyar la cabeza en las rodillas de lo desconocido
mientras las manos se hacen sabias tejedoras
y los ojos se agrandan de secretos.

Luego desandar el camino
con el propio secreto apretado contra el pecho
y saber que las ruecas eternas
ya sólo devanan sedas de amor y de triunfo.

Desandar los caminos
y llegar al puerto sorprendido del retorno
en un navío empavesado de púrpura
y fulgurante de mástiles de oro.

Juana de Ibarbourou